Saltar al contenido

La agonía de la relación

Ya a estas alturas había quedado claro que yo estaba cegada y mi punto de vista no era para nada objetivo con la situación. Podría no verlo, pero mi corazón si sentía y sufría. Desde mis ojos no se podía ver lo que estaba pasando y era obvio. Este romance estaba agonizando y estaba a puertas del fin de la relación.

Relación muy extraña

Como ya mencioné, Alberto vivía con su familia en una casa. La única vez que pude conocerlos fue durante una visita al hospital donde estaba ingresada su abuela. Jamás me invitó a su casa para alguna comida familiar. Esto era raro para mí. Pues los amigos que conocí en Lima, todos me habían invitado a sus casas y me presentaron ante sus padres, hermanos, primos, tíos. Pero mi supuesto novio nunca quiso hacerlo.

Cuando ya llegó el día de mi partida del país, estaba absolutamente destrozada. En vez de llevarme los recuerdos bonitos de ese viaje, sólo podía pensar en que posiblemente no volvería a ver a Alberto nunca más. Al irme a la zona de embarque, lo vi llorando mirándome.

Viaje a Perú
Muchas veces, los estados de ánimo son el reflejo de lo que vemos en el cielo.

Fin de la relación

Las primera semanas tras mi vuelta a Rusia, estaba deprimida y con una sensación del peso encima. Me era muy importante saber qué futuro tendría nuestra relación y no se lo paraba de sugerir a Alberto. Lo invité a visitarme en Rusia cuando tenga él sus próximas vacaciones. Me dijo que ya tenía planes de ver a la familia de su padre en Brasil.

Cada vez me pesaba más esta situación ambigua en la que no entendía qué eramos uno para otro y qué nos espera adelante. Cansada y abatida, le propuse a Alberto terminar y ser solo amigos. A mi sorpresa, Alberto lo rechazó completamente y hasta insistió en una vídeo llamada por Skype. Fue la primera y la única que tuvimos.

Lo vi muy triste. Dijo que no quería perderme y que sí pensaba dejarlo que se lo dijese en la cara. No pude haberlo hecho, no de esta manera. Todavía le quería y el volver a verlo revivió los sentimientos aún más.

Pasaban los días, nada cambiaba. Vi que si no hacía algo, seguiríamos así durante mucho tiempo. Decidí que debería aparcarlo como sea. Dejé de escribirle primera, mandarle fotos, proponer llamadas y llevar la iniciativa en esta relación como antes lo hacía. De esta manera en tres semanas casi nos dejamos de comunicar, en dos meses ya no nos escribíamos nada.

PreviaSiguiente