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Un negocio que se cae a pedazos

Quisiera hablar un poco de cómo estábamos trabajando en un negocio en ruína. Pero no en ruína económica, sino en ruína física y moral. Las condiciones del lugar estaban en algunos casos cerca del caos. Pero los jefes seguramente estarían demasiado ocupados contando los beneficios como para pensar en invertir en su propio negocio.

Tacañería extrema

Sé que algunas de estas cosas van a parecer divertidas, pero no tenían nada de gracia cuando estás ahí, trabajando. A veces teníamos que suplicar (literalmente) por material básico de oficina como bolígrafos y grapas, me daba vergüenza atender así a los clientes. Llegaban grupos de 8 personas y sólo tenía un bolígrafo para que rellenasen y firmasen todos. Una compañera mía de recepción no podía soportarlo y trajo sus propios bolígrafos de casa. Y cuando por fin llegaba algo de material de oficina, los jefes querían que lo considerases como un favor hecho para ti.

En una ocasión a un cliente se le olvidó devolver una plancha. Llegó la hija del jefe y dijo que si no aparecía, teníamos que pagarla nosotros (finalmente una camarera de piso la localizó).

Sólo un ordenador tenía licencia para usar su programa de gestión, así que se conectaban a él todos sus hoteles más sus oficinas con escritorio remoto. Ni siquiera era un servidor, aunque ellos lo llamaban así. Si fallaba, todos los hoteles quedaban sin poder trabajar en él, ni comprobar reservas, ni registrar nuevas, ni absolutamente nada. Imaginen qué sucedía cuando Windows decidía hacer una gran actualización forzosa e inaplazable.

Otro detalle que cuesta creer es que si la caja descuadraba un solo céntimo, tenías que ponerlo de tu bolsillo. Hablamos de una caja con facturación diaria de unos dos mil euros en efectivo. Esto causaba muchísima presión porque la persona que trabajaba en recepción estaba sola (con contrato de ayudante de recepción, pero sin ayudar a nadie) y tenía que hacer todo: atender a los clientes, que no paraban de venir y quejarse porque la mayoría de cosas no funcionaban bien y sólo había un par de técnicos para 5 hoteles, vender excursiones, introducir datos de clientes a mano en el ordenador… Como había muy pocas camareras de piso y todas estaban saturadas, también entraban en las obligaciones el subir a las habitaciones de clientes y llevarles toallas, mantas, jabón, cualquier cosa que les faltase. Y encargarse de la lavandería, doblar las toallas…

En este año introdujeron una novedad, porque parecía que no era suficiente. El recepcionista a diario debía limpiar y rellenar de agua con fruta fresca un enorme tarro de cristal. Todo un éxito, especialmente cuando los clientes borrachos dejaban su grifo abierto para diversión. Y uno de los encarguitos más recurrentes pero especial que yo o mis compañeros recibíamos con frecuencia: matar cucarachas.

Plagas
Lo mismo que dije antes. Las de verdad eran mucho peor, más grandes que estas.

Plagas

Quien haya estado por la zona de la Playa de Palma en los últimos años, ya se habrá percatado de la plaga de cucarachas que está sufriendo el lugar. Son repugnantes, enormes y tienen alas. Están por todas partes. Bueno, ¿todas partes?

Ahora mi empleo está en otro hotel, especifiquemos, en otra empresa. A pesar de que no estoy trabajando activamente debido a recortes temporales de personal, sí tuve tiempo suficiente para apreciar la diferencia entre una empresa y otra. No entraré en comparativas porque no hay color. En mi actual empresa nunca me vino un cliente para decirme que tenía invitados desagradables en su habitación y que tenía que subir con la escoba para matarlos.

Y sí, sé que suena cómico, pero a veces incluso las cucarachas entraban en grupo por la puerta principal y se deslizaban bajo las puertas de las habitaciones de clientes antes de que siquiera pudiese reaccionar.

La peor parte se la llevó mi compañero con quien vivía. Imagínense una rata del tamaño de un gato, merodeando en la cocina y subida a la barra. Eso era tan grande que ni siquiera se podía matar con la escoba.

Finalmente alguien tuvo la iniciativa de poner unas trampas muy pegajosas para atrapar a la rata, y cayó en ellas. Estuvo toda una tarde chillando porque el empleado de ese turno no se atrevió a acercarse a la cocina. Los gritos de angustia de la rata se escuchaban desde la recepción. Pero el recepcionista de ese turno aparentemente estaba ocupado, entrando en las habitaciones de los clientes y robando las cajas fuertes. ¿Cómo un empleado así está en el hotel? Como no, se trata de un amigo del hijo del jefe, al que le vendría mejor el apartado de «plaga» que el que seguiré exponiendo.

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