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Mi ex novio peruano y por qué acabé con él

Muchas veces me preguntan “saldrías con un peruano/ mexicano/ argentino/ boliviano, etc.” Quiero contar que ya tuve una experiencia así y estaba saliendo con un chico peruano durante bastante tiempo. Lamentablemente la relación no terminó muy bien, pero igualmente forma parte de mi experiencia y mi vida pasada. Ya he hablado de esto en ocasiones pasadas pero ahora que tengo blog me encantaría desahogarme y compartir la experiencia. Os hablo de mi ex novio peruano, quien fue mi primer amor. Espero que os resulte amena.

Cómo nos conocimos

Todo empezó cuando estaba estudiando en la universidad. Estaba empezando a aprender el idioma español. Me di cuenta muy pronto que necesitaba práctica de cualquier manera, sino no iba a avanzar nada. Sólo manuales y clases personales con la profesora rusa servían, pero no tanto como las conversaciones con gente nativa. Entonces me puse a buscar páginas que dan la oportunidad de interactuar con diferentes personas de todo el mundo e intercambiar idiomas. Una me gustó en especial y la usaba durante todo el tiempo que estudiaba.

Un día recibí un mensaje muy amable y muy bien escrito. Con el tiempo me di cuenta que no era muy común que alguien se esfuerce para escribir bien a una persona extranjera. De hecho mi ex era entonces el único de los que comunicaban conmigo que sí lo hacía. Venía de un chico peruano que digamos que se llama Alberto (obviamente no es su nombre real). Proponía escribirnos cartas y se ofrecía a ayudarme con mi español. ¡Me encantó la idea! Así empezó nuestra amistad virtual.

Mi ex novio peruano 1
Con «Alberto«…

En qué momento surgió el amor

Tras un tiempo de intercambiar cartas por correo electrónico, nos pusimos de acuerdo para una llamada por Skype. Toda la semana previa a esa llamada estaba muy nerviosa, pues no estaba segura de mis conocimientos del idioma y no quería quedar mal ante Alberto. El día X los nervios han llegado a su límite. ¡Me temía que no sabría decir nada con lo alterada que estaba! Pero en cuanto empezó la conversación, me sentí bien, incluso feliz de poder por primera vez hablar en español con alguien nativo. Al terminar la conversación que nos duró apenas 20 minutos, estaba por las nubes de felicidad. Me parecía que estaba enamorada de la voz de Alberto y quería seguir escuchándola todos los días de mi vida. Suena muy romántico e ingenuo, así es como era yo entonces y lo cual jugó contra mí después.

Empezamos a escribirnos en octubre del año 2015. En mayo yo tenía el cumpleaños y Alberto me mandó una larga carta de felicitación. Era muy bonita y emotiva, él mencionaba algunas cosas que habíamos hablado en el chat y las recordó. Al final ponía “Te quiero, Sasha”. Aunque al leerlo sentí un flechazo en el corazón, rápidamente pensé que posiblemente era que me quería como su amiga. Le agradecí su atención y me preguntó que si había visto lo que ponía al final y que era en serio. Así empezó a formarse mi ilusión profunda por este chico.

Lo que no era normal

Llevábamos ya meses hablando, tenía muy claro que estaba enamorada de él. Pues aprovechaba cualquier minuto de mi tiempo para comprobar mi WhatsApp o escribirle un mensaje, mandarle alguna foto o vídeo. Comencé a acostarme muy tarde sólo para estar más tiempo con él en el chat. La mayoría de veces que me escribía Alberto fue durante su jornada laboral, en casa siempre tenía otras cosas. Por tanto sólo tenía la oportunidad de hablar con el objeto de mi amor de lunes a viernes de 16:00 a 3:00 aproximadamente. Me molestaba que apenas tenía tiempo para mí los fines de semana o cuando venía del trabajo, apenas nos llamábamos, toda la comunicación era por el chat. Pero hacía la vista gorda a todo, quería creer en que podíamos tener un futuro juntos. Estaba dispuesta a mudarme de Rusia a Perú tan sólo para vivir con él, por ver y escucharlo todos los días.

Un día de junio que me sentía especialmente triste y sola y le propuse ir a verle durante mis vacaciones de invierno (en enero-febrero). Alberto respondió negativamente, pues no le darían vacaciones para estar conmigo, así que no tenía sentido. Mi ilusión tambaleó en ese instante. ¿De qué servía entonces todo esto si al final nada avanzaba?

Unos días después Alberto cambió de opinión y pudimos poner la fecha a mi llegada. Obviamente les conté a mis familiares que el objetivo de mi viaje a Perú era practicar el idioma, nada más. No les habría gustado la idea de que todo era para conocer a un hombre extranjero.

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