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Mi peor trabajo en España

Casi todo el mundo critica a sus jefes de una forma u otra. El que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra. Yo sin embargo quiero apuntar a una reflexión y una bitácora del desastre en estas líneas. Y empezando por el principio… ¿cómo he conseguido mudarme a España? Antes que cualquier otra cosa, se necesita un empleo. Antes que pareja, vivienda o ninguna otra necesidad básica. No encontrándome en el mejor país de las oportunidades laborales, tras unos meses hubo un empresario dueño de hoteles que se comprometió a ofrecerme un trabajo en la recepción de uno de su propiedad. Y aquí empieza la historia de mi peor trabajo en España.

Antecedentes

Llevo toda mi vida soñando con salir de Rusia y mejorar mi vida. Este acuerdo verbal de trabajo en un hotel en las islas Baleares parecía ser mi billete dorado. No me dan mucha información a pesar de que pregunto por ello. No tengo fechas, ni datos, ni prácticamente nada, sólo me prometen que me darán empleo. Una semana antes de abrir el hotel en la temporada de 2019, me contactan y me dicen que vaya ahí y me aloje provisionalmente en su hotel con gastos pagados hasta que encuentre algo. Que no me preocupe y que tome mi tiempo.

La verdad es que sonó todo muy bien, mucha gente soñaría con un trato así y con tanta facilidad de contratación. Así que finalmente llegué a esta isla con mucha ilusión y a una habitación de este hotel donde guardé mis cosas. El jefe que teóricamente conocí el año anterior no apareció nunca. En su lugar estaban sus hijos. Me dieron la bienvenida y me presentaron a compañeros que luego me enseñaron cómo funcionaba el programa de gestión. Estaba todo genial, el sitio era muy bonito, al lado del mar y lo pasaba muy bien los primeros días.

Pero la fiesta está a punto de comenzar.

Los hijos del jefe

Buscaba activamente piso, pero los precios eran una locura y había pocas opciones disponibles. Los que conozcan Ibiza, saben de qué estoy hablando. También como no tenía coche, necesitaba una vivienda cerca del trabajo. Y al tercer día llegó la hija del jefe, me saludó y me dijo de manera indirecta que cuándo me iba. Yo seguía llamando a posibles arrendatarios y muchos ni siquiera me cogían el teléfono. Otros me pedían contrato de trabajo que aún no tenía, otros pedían avalistas y los precios se me escapaban del bolsillo. Además, como era extranjera iba a tener unos impuestos del 24% de mi sueldo. El precio medio de un alquiler estaba en 900€ sin incluir agua y electricidad. Era inevitable vivir con otra persona que también empezó a trabajar en esta empresa. Con los dos sueldos unidos se puede empezar a pensar en vivir en las islas. O en sobrevivir…

Este chico también tenía sus problemas con esta familia. En cierta ocasión, después de muchas horas de cargar muebles por la escalera, apareció el hijo del jefe en su Porsche y con su infame olor a «Cucú Channel», diciéndole a mi compañero que apestaba y era una vergüenza para la imagen de la empresa. Le ordenó mantener su apestoso olor bajo control. ¿Y a qué vinieron ese día los hijos del jefe? A gritar a los empleados y a regañar a las camareras de piso porque el palo de la fregona no debe apoyarse en la pared. No, no es ninguna broma.

Si se apreciase en contexto, se entendería la realidad de la situación. Muchísimo trabajo pendiente, personal muy por debajo del umbral necesario y haciendo muchas horas extra, cientos de preparativos necesarios y vitales para el funcionamiento de los hoteles… pero el palo de la fregona está tocando la pared y eso es inadmisible y requiere una falta de atención inmediata. Si ahora multiplicamos este ridículo ejemplo por 100 en apenas una semana, las alarmas se disparan cuando pienso que aquí podría pasar algo malo…

Los hijos del jefe
Caricatura. Los de verdad son mucho peores.

Llega la hora de comer. Los empleados teníamos que ir a una mesa y los hijos del jefe a otra. Normal, ¿no? En un comedor con más de una veintena de mesas, una es para los hijos del jefe y todas las demás vacías porque los empleados no podían estar en la misma habitación que ellos. Creo que ni siquiera permitían respirar el mismo aire que ellos respiraban. Los empleados teníamos que comer en la zona de la cocina al lado de los cubos de la basura. La chusma no debe olvidar su lugar en el mundo.

¿Creen que son gente muy especial, ocupada y capacitada para todo?  No saben hablar inglés (algo que en este negocio es imprescendible), no saben usar sus propios programas de gestión, estaban encargados de supervisar una reforma mayor y no tenían ni idea de lo que hacía falta hacer… El hotel estaba gestionado prácticamente por el subdirector. Un chico que controlaba todo y hacía todo el trabajo de director. ¿Qué hacían entonces los hijos del jefe? Llegar tarde, gritar, decirte con quién podías o no relacionarte en tu tiempo libre (sí, en serio), insultar con mucha falsa educación hablando de usted e irse. Todos los empleados agradecían y suspiraban de alivio cuando se iban los jefes, porque por fin se podía trabajar de verdad.

Sólo hay una conclusión para definir a estas personas: malcriados niños de papá.

Clientes

Los jefes de los que hemos hablado sólo tenían un propósito. Vender, vender y vender. No importa a quién. Aunque ya no he estado ahí presente, me consta además que durante muchos meses a lo largo de los años 2020 y 2021, ellos han tenido abiertas las ventas en hoteles que estaban cerrados y después desviaban a los clientes a hoteles que son muchos peores de lo que han pagado, y estaban quizás a más de un 1 kilómetro de distancia, informados tan sólo al llegar a su supuesto destino por una puerta cerrada y un cartel en la puerta. Sin piscina, sin comedor, sin bar, etc. Y en los contratos de estos clientes se encuentra la letra pequeña, muy pequeña, con el mayor lema del jefe: «no se admiten devoluciones».

Por culpa de estas situaciones, durante 2019 contemplé varios casos de familias con niños pequeños al lado de borrachos desnudos gritando por los pasillos, peleándose y rompiendo cosas. A mí me dió pena en muchas ocasiones por las pobres familias a las que les vendieron unas vacaciones familiares así. Pero según los jefes, mientras exponen la mejor cara de los hoteles y el lugar, responsabilizan a los clientes de deber informarse mejor de la zona y circunstancias antes de comprar sus engañosas estancias. Yo quiero todo lo posible por ayudar, pero poco o nada puedo hacer.

De acuerdo a mi compañero de vivienda, mi situación era “privilegiada”. Su hotel, que era diferente al mío pero de la misma empresa, estaba en una calle donde cada noche hay violentas peleas multitudinarias. Es lo normal cuando en un extremo de la calle tienes un club de strippers y en el otro un prostíbulo. A menudo asaltaban los baños de ese hotel para usarlos como picadero. Una noche me enviaron allí para sustituirle y confieso que rompí a llorar apenas dos horas de empezar mi turno. Era horrible. La hija del jefe amenazó indirectamente con enviarme a este sitio el siguiente año como castigo por no gustarle yo.

Mi compañero era recepcionista y encargado del bar al mismo tiempo. Su misión: mantener el silencio desde las doce de la noche y servir bebidas alcohólicas a grupos de borrachos a la vez, pero con orden de mantener el silencio. Los delirios sin límites de un jefe que lo próximo que podría pedir es apagar el fuego y que no salga humo. Aún así, su caso era mejor que de otro compañero mío del mismo hotel, que era socorrista y encargado del bar al mismo tiempo. Buena manera de ahorrar dinero en contratos. Y eso quiero comentar a continuación.

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